El corazón de Haku latió al ver a su amoña en negro puro. Sabía que iba a tener la noche más brutal de su vida de esclavo. La amoña Emiko hundió sus delgadas garras en la garganta del esclavo. Quería aplastarle la garganta y estrangularlo bien, porque eso le daría un aspecto más hermoso para lo que le esperaba. Ríéndose de lo patético del esclavo de merda frente a su toque fuerte, se despojó de sus pantaletas y procedió a dejar una merda en la cara del esclavo. El esclavo oloró el olor fetido de la anusia de la amoña, que no se había lavado bien y incluso el sudor en su gluteo tenía un olor suelto y desagradable. Tenía un gluteo de corazón con una imperiosa y amenazante forma, y su anus era estrecho, pero llevaba consigo el poder de una amoña. Se echó a reír al dejar su anus florecer, mientras su suave, espumosa merda comenzaba a salir.
El esclavo de merda oyó un sordo golpeo al oír caer la espuma sucia en su cara. Tenía un olor a queso putrefacto y era igualmente amargo para las narices. Disfrutaba de dejar la merda en la cara de los esclavos de merda y continuó pinchando sausages después de sausages, hasta que la cara del esclavo estaba casi completamente cubierta.
Subiendo, ella pisó su cara con su zapato izquierdo y comenzó a aplastar la merda sucia en sus mejillas y contra su boca deseosa. La amoña hizo que el esclavo de merda se colocara en el suelo, su merda se extendió por su boca y casi dos pies por el suelo. El esclavo de mano ahora oloraba enteramente a su merda y comenzó a vomitar porque el poo tenía un sabor tan feo y amargo. Su piel se enrojeció al vomitar, y la amoña le permitió languidecer en su merda y vomitar, agarrándole su pequeño pene y humillándolo aún más.