Encontré a mis amigas Gea y Cleo en un gran calabozo donde podíamos disfrutar cada una con un esclavo dedicado. Tres víctimas para tres Señoras nos esperaban atadas cara a la pared en tres esquinas de la habitación, una atada a la rueda, una a la cruz X y otra en un pilori. Mientras tanto, nos armamos con látigos y empezamos a golpear sus espalda: suena como un concierto hecho de golpes de látigo, gritos y sus mugidos. Permitimos que solo tengan pocas cortas pausas para cambiar de esclavo y tocar la calidez de sus espalda rojizas con nuestras manos: al finalos las liberamos solo para que puedan besarnos los pies.