En esta ocasión tuve que soportar una humillación. Como siempre, las mujeres invitaron a mí a usarme como inodoro. Por un tiempo, me humillaron, me golpearon las mejillas, me insultaron. Luego empezaron a alimentarme con mi propia basura. Esta vez quisieron que la ingiriese rápidamente. Por lo tanto, teniéndome una mano en la cara, les pisaban con sus zapatos. La boca estaba llena de basura y debía ingerirla rápidamente. Era muy difícil, pero lo hice. Y después de superar la basura, tuve que lamer las zapatillas de ellas. Después de todo, servir a Sra. Cristina, Lisa y Yana es felicidad.