Durante el verano, mi esclavo marido estuvo ausente por mucho tiempo. Y encontré a una lickera funcionando por casualidad. Se acercó a mí en un café, sabía quién soy. Tan delgada, tan joven. Sus ojos están bajados, avergonzados, y no osa mirarme. Empezó a reírse y pido una sesión. Decidí aceptarlo y hacer lo que quisiera con él. Ordené que lickara, para satisfacer a Mi Señora. Y me sorprendí. Su lengua flotó como una mariposa, tan insaciable, tan ágil, tan rápida. Y me condujo a una frenesí, tuve orgasmos uno después de otro. Vuelvo a cumplir, tres, cuatro, cinco veces. Es hora de relajarme y enseñarle al lickera cómo prolongar el placer para una mujer.