Akari escondía un apetito grande que ocultaba a sus compañeros de trabajo. Pero se vería castigada todos los afternoons cuando su estómago roncaba de hambre y desprendía las más escandalosas montañas de heces en el baño de la oficina. Hoy, Akari sentía la vergüenza crecer al sentirse su anus de cuarenta y algo expandirse como una globo para deshersirse de su secreto no tan small. Su nariz se doblaba al oler su temible fartada; oloraba a calcetines de gimnasio y heces sucias. Su estómago roncaba de nuevo, antes de que su caca comenzara su deslizante descenso al inodoro. La heces verde era larga y sin romperse, y deslizaba fácilmente de su anus abierto, creando una hermosa pila florida en el baño. Akari casi no podía respirar debido al olor fetido de sus heces. Sentía como si le hubiesen sacado la mitad de sus intestinos por el esfuerzo. Pero se sentía más ligera y ya estaba pensando en lo que comería de nuevo para crear tales magníficos cacos.