Sasha no tuvo tiempo de despertarse y yo deposité una gran montaña de heces en su boca. Ella aún se encontraba semidespierta, en postura de oración, absorta en la tarea de enrollar la heces a mano. Progresivamente, comienza a relajarse, empezó a jugar con el estrapon, sucionando y lamiendo las heces. Una sonrisa de felicidad se extiende por su rostro. Su tratamiento favorito la despierta y comienza a disfrutar de la vida.