Ayaka corrió al baño despues de sentirse su estómago rumlear dos veces. La rutina perfecta de la tarde de Ayaka después de comidas pesadas. Ella se deslizaba al baño de la oficina, donde desprendía los olores a los flatulencias y heces más feos que la oficina había conocido. Castigaba al usuario siguiente de baño con sus heces cuyo olor duraba al menos dos horas. Ayaka sacaba sus pantalones sucios con manchas de esquirlas y emitió un fuerte ruido de fartos que dejó algunas huellas de heces húmedas en el baño. Su heces estaba seca en punta, y su rostro luchaba por sacar los primeros pocos centímetros. Cuando salió el primer centímetro o así, el resto salió fácilmente, le dando suficiente tiempo para sacar el antiguo turdo más adherido a su recto. El feo marrón estaba flufi y húmedo, y oloraba fetido y pescado. Ayaka oloró a sus heces y cerró los ojos en placer. El olor la mantendría a través del día, claro está.