Mistress Emiko sintió su gente delgada hundirse en garganta del esclavo. Quería aplastarlo y estrangularlo bien, porque eso le serviría para preparar su rostro para lo que estaba por venir. Ríéndose de la impotencia del esclavo de feces frente a su toque fuerte, retiró sus pantaletes y procedió a dejar una merda en la cara del esclavo. El esclavo pudo detectar el olor putrefacto de la anus de la dominadora, que no se había lavado bien y hasta el sudor en su zona anal tenía un olor desagradable y antiguo. Tenía un trasero de corazón con una forma de herradura que era imperiosa y amenazante, y su anus era estrecho, pero llevaba consigo el poder de una dominadora. Se moanó mientras dejar que su anus floreciera, mientras su suave, sabrosa merda comenzaba a salir.
El esclavo pudo escuchar un sordo golpeteo como la merda suave comenzaba a caer sobre su cara. Tenía un olor a queso putrefacto y era igualmente amargo para las narinas. Disfrutaba de dejar la merda en la cara de los esclavos de feces y continuó pinchando sausages después de sausages, hasta que la cara del esclavo estaba casi completamente cubierta.
Sentándose, ella hundió su zapato izquierdo en la cara del esclavo y comenzó a aplastar la merda sucia en sus mejillas y contra su boca reacia.