Dos hermosas y poderosas Señoras y enfrente de ellas dos esclavos sumisos atados espalda con espalda. Al llegar, hacemos claras intenciones: hoy serán nuestras manos lo que domina a estos esclavos con golpes mercilosos. Sus rostros se vuelven rojos bajo nuestros golpes cada vez más fuertes y rápidos, nunca detenemos excepto para cambiar de esclavo y el resultado es una clase de música triste hecha de percusiones en carne humana mezclada con algunos susurros de dolor suave. Estas manos son tan mortíferas pero tan atractivas para los dos esclavos que finalmente gracian y besan.