Hoy, la Señora Gaia y yo hemos encadenado definitivamente a nuestro esclavo: sus manos y pies están atados a dos paredes opuestas de la habitación con brazos y piernas abiertas ampliamente. Gaia y yo acercamos nosotras a él con nuestras largas piernas envueltas en tijeras y comenzamos con patadas en la cara y en sus huevos inflados. Más que golpeamos, más crece su pene hasta el punto en que casi interfiere con nuestras sesiones de maltrato de huevos. Golpeamos su cara con patadas y sus huevos con golpes, sin parar y siempre aumentando el ritmo. Nuestra fantasía nos lleva a golpear sus huevos también y terminamos castigándolo golpeándolo de dos lados: yo del frente y Gaia detrás de él.