Maya estuvo conmigo durante una semana. Cada día tomé una merda y oriné, utilizándola como mi inodoro. Ella comió y bebió todo con pasión y gran deseo. Y hoy es el día de la partida. Ella no quiere irse, savoria mis heces bit a bit, intentaba prolongar el placer. Yo la miro y mi alma goza y canta. ¿Qué una elegante, aristocrática comederas de heces he criado, y cómo disfruta cada mordida de heces! En estos momentos, me inundan de felicidad.