Dos almohadones a mi disposición hoy, diferentes colores pero ambos hechos de carne en la que me hundiré mis talones afilados. Ayudo a mi mismo agarrándome a las cadenas fijas al techo, pero a pespite de esto sus gritos de dolor me molestan. Por lo tanto, quito mis zapatillas y continúo descalza, saltando de uno a otro sin tocar el suelo, caminando, corriendo, saltando y hasta aplastando sus cabezas. Me gusta sentirse las huesos craneales deformarse bajo mi peso y desafío a uno contra el otro: un pie cada uno en su cabeza y veremos quién se rinde primero