Estoy visitando a mi amiga Dula y la encuentro jugando con su marido que está en el suelo. No dejo que se repita y acepto la invitación para trampilarle también. Trampilamos juntas y debo decir que la blanda panza de su marido se adapta bien a la trampilada con nuestras agudas tacones. Mientras caminamos sobre su carne, ella me confiesa que su marido ha sido cuckold y pronto llega a su amante: ¡qué excitante es verla besando apasionadamente a su amante mientras nosotros trampilamos y insultamos a su marido cuckold! Físico y mental sufrimiento para este perdedor que reclama que nos fuermos, pero en realidad se está volviendo a encender y finalmente logramos que admita: le gusta ser cuckold.