Con mi amiga Andreia preparamos el juego con estos dos desnudos atados y colgados como chorizos del techo. Les privamos de la visión porque no merecen vernos dominándoles y humillándoles. ¡Sólo palmos, ¡es lo que merecen y es cómo queremos jugar hoy! Tenemos a un esclavo cada una y empezamos a quemar sus rostros con golpes cada vez más rápidos y fuertes. Después de un rato cambiamos de puesto para probarlo: son resistentes y parecen gustar el dolor. Comprobamos que su piel y nuestras manos están rojas a la perfección y los dejamos allí esperando para la próxima sesión.