Después de desayunar, una cigarrilla es permitida. Y es aún más satisfactorio si hay un esclavo atado a mis pies listo para ser mi aserrín y no solo eso… más que fumo, más sentío la necesidad de defecar.
Él está allí para mí, para servirme, con la boca abierta. Ceniza y saliva son solo el aperitivo. Cadaquiera defecación y orina, administradas alternando los dos.
El esclavo come a mi mandas, pero cuando viene a ingerirlo es un poco renuente. Cubro su boca y le hago mi merced con autoridad. Sus ojos están amplios, mi mirada decidida. Ejecuta. Le digo que siempre obtengo lo que quiero. Y mis talones hundidos en sus tetas confirman esto.
Dejo el charco de cigarrillo que he apagado en su boca y me va. Como recompensa para él, mis pantalones usados…