Yo y una amiga mía, Gabriella, estamos en una plataforma, adecuadamente elevada, y queremos que nuestros pies se vuelvan sucios con barro. Queremos que el esclavo ponga mucha energía en limpiarlos para nosotras. Aquí viene. Nos posicionamos a su pie de la plataforma, no solo a nuestros pies, lengua fuera, y empezamos a arrastrar nuestros soles suciosos por esa esponja rosa húmeda. Rubaremos tan duro, sin piedad, sin descanso, y a pesar de los gemidos de desagradación y dolor, le daremos ningún descanso. ¿Será capaz de hacer un buen trabajo y satisfacernos este perdedor?