Me encantan mis sandalias, pero doudo que mi esclavo piensa lo mismo después de esta sesión, porque realmente destruí esa suave panza que tiene. Le hago colocarlo sobre la mesa de madera mientras yo me pongo sobre la mesa y lo destruyo ambas con la sola y entre mi pie y el rubber de las sandalias. Puedo sentirlo deformándose, es suave y elástico, recoila cuando hago presión con mi peso y aplasto la piel entre sus gritos de dolor. Cuando ya no puede aguantarlo más, pide misericordia y te deshago.