Este esclavo creyó que podía dejar de lado, dejar de servir a mis Señoras, pero no supo quién estaba manejando: como castigo, nosotros lo dejamos desnudo todo el día atado a un árbol en el bosque. El día siguiente, acompañadas de Gea y Cleo, nos dirigimos a verlo, pero claro, no era para liberarlo. La castigo continuaba y en efecto, nos equipamos con bocinas y estabamos dispuestas a divertirnos con sus anales. Primero hicimos que sucediera su boca un poco a nuestros peneos y luego empezamos a ensanchar este pequeño puto en turnos. Lo hicimos sufrir duro mientras insultábamos a él y él gemía intentando obtener ayuda, pero aquí, en el medio del bosque, nadie podía oírlo. Y entonces, careciendo de otra opción, tuvo que arrepentirse y pedir perdón, lo que parecía convincente, así que le damos otra oportunidad: le permitimos besar nuestras botas y con una larga correa nos llevamos consigo.