Como una ejecutora de Halloween, estoy a punto de decidir el destino del reo con palmos utilizando mis manos esqueléticas. La sentencia, vida o pena capital, dependerá de cómo reaccione a mis golpes: decidiré por golpearlo. Está en rodillas delante mío y comienzo a golpearlo con más fuerza y más fuerza con ambas manos. Su rostro se vuelve rojo y le pregunto cómo se declara: pero el reo toma la Quinta y no responde, relegándose a mi decisión. Continúo sin guantes para disfrutar del sonido de mis manos en sus mejillas, golpeando con amba la palma y el dorso hasta que el reo reclama misericordia. Al final quiero tomarme un día más para pensarlo sobre ello, así que lo meto de regreso en la jaula para esperar el veredicto.