Vestida de jockey estoy listo para enfrentar una tarde llena de equitación, pero lo hare aquí sin salir de mi estudio. En realidad, mi caballo está esperándome atado en un rincón de la habitación, está un poco delgado, no le he dado mucha comida recientemente y espero que tenga suficiente fuerza para llevarme alrededor. Está desnudo pero bien equipado con una mordaza y un selle para aumentar el confort de mi cabalgata. Subo y con una látigo le muestro el camino, hacemos varias vueltas por el cuarto, pero después de un tiempo entendo que necesita comer o caerá al suelo, merece una azúcar. Tengo exactamente lo que necesita, alguna goma de mieles que, sin embargo, tendrá que comer del suelo después de que yo le pisotee con mis botas y mientras estoy allí también piso un poco sus manos. Otras vueltas, otra azúcar y luego lo ato de nuevo dejándolo esperando por mi regreso.