Fue un largo tiempo desde que permití que mi esclava adorara mis pies, ella los misses y esto queda claro al ver cómo se arroja a los pies del trono mío y comienza a besar y a oler mis pies y mis zapatos. Luego les doy mis pies descalzos, ella quita mis zapatos, comienza a lamer y a sucionar mis dedos y su excitación se hace visible. Sí, porque a pesar de que esté callada, su cuerpo no mentira y aquellos tetas endurecidos, ese pantalón mojado hablan claramente: está completamente en mi poder y está perdiendo la cabeza por su Señora. Quiero más y así quito sus pantalones, quiero sentirla deslizarse contra mi pierna y pie mientras lama mi otro pie en extasis. Y es justo en el momento en que el placer aumenta que mis pies también se convierten en un instrumento de dolor: comienzo a darle patadas lentas en el pudendos, lo que al principio intensifica el placer y luego gradualmente la lleva a doblarse y a pedir clemencia, recostándose a los pies de su Señora.