Es hora de mi cigarrillo diario, un momento de relajación en el que sin embargo no faltan mis esclavos para mi entretenimiento sadista. A mi lado, con su cuello muy recto mantenido en posición por un dispositivo medieval pero siempre actual en mi dungeon, el heretico, un esclavo que funciona como aserradero. Dejo la ceniza en su boca pero cada vez que tiene que abrirla, el garrocha le pica un poco más en la carne y me relajo viendo sufrir. Cuando casi he terminado el cigarrillo lo libero, dejo que ingiere la butlla de cigarrillo, le doy un poco de suelo a lamer y le mando a lavarse mientras preparo el siguiente juego para él…