Sentada en mi trono sardojeo, hago un sorna porque me canso siempre de tener que recuperar a mi esclavo. Él está a cargo de limpiar el calabozo para mí, pero me decepciona en cada ocasión. Se preocupa solo en las zapatillas, las polishea adecuadamente y están como nuevas. Pero el resto se neglige. Enfadada, lo llamo y comienzo a golpearlo. Lo reprehendo y le digo que tal negligencia no debe suceder de nuevo. No es suficiente darme los hermosos botines que uso para limpiar su conciencia. Sabía lo que significaba y sufría sin oponerse. En un momento, también le besa mis manos, pero no me había permitido hacerlo y lo golpeé de regreso. Y cuando mis manos están calientes y su rostro está todo rojo, lo mando lejos, satisfecha con la lección que le he dado.