Este esclavo que me llevé al parque tiene una hermosa cara gruesa, ideal para deschargar mis poderosos golpes. El dulce ruido de mis manos cubre el ruido del tractor jardín que a distancia continúa trabajando desconociendolo. Mi esclavo adora mis manos, al instante que detengo los golpes intenta besarlas pero permito solo por unos segundos antes de regresar a inflarle su cara hasta que comienzo a ver la rojedura en la piel bajo su barba blanca.