Sentada en mi trono, el esclavo arrodillado a mi lado. Él es muy delgado, porque solo me alimento con residuos. Y hoy su comida consistirá en restos de cigarrillos y cenizas, con alguna saliva. ¡Qué placer fumar tres cigarrillos uno después de otro, arrojar el humo en su cara hasta que lloren sus ojos, y ver la boca de este cuchara de aserrín llenándose más y más!