Este esclavo tiene el hábito de reírse como una gallina al ser castigado incluso levemente, por lo que hoy mi amiga Lily y yo le darémos una buena razón para gritar. Sentado en el banco con sus glutes altos, comenzamos golpeándole sus gluteos y pies. Más sus gemidos crecen, más mi ira particular aumenta y nuestros golpes se vuelven más duros y precisos. ¿Qué estamos apuntando? Su anus! Sus gemidos son molestos y merece sufrir. ¿Finalmente decidiremos mantenerlo con nosotros o no?