Mi amiga Gabriela y yo andamos por el bosque nevado con el dueño de la choza que nos alojaba. Él fue amable para mostrarnos alrededor, pero al llegar a un lugar más aislado, se extiende y intenta tocarnos: este pervertido malo tenía malas intenciones y esperaba llevarnos a un lugar donde pudiera hacer todo. Y en efecto, haremos todo, pero no lo que esperaba! Inmediatamente lo derribamos y le pisamos y le golpeamos con nuestas botas sucias, le hacemos sucio todo su ropa y hasta su cara, haciéndole comer la barro. Para asegurarnos de que sus ideas se refresquen bien, también lo llevamos a la nieve y empezamos a pisarlo mientras intenta resistir en vano: al presionarnos sobre su garganta, intenta pedir disculpas y suplicar por clemencia, demostrando que ha aprendido su lección.