Su nombre es Squishy, un esclavo que especialmente viajó desde Inglaterra hasta mi duna para que mis bolas destruyanlo y, según podráis ver en este video, estoy dispuesta a cumplirlo. Adoro patar sus huevos tibios y, a diferencia de lo que podría suponerse, el placer es mutuo, confirmado por la erección que no abandona a éste incluso bajo los golpes más duros, por el contrario… Me arrojo sobre sus huevos con toda mi ferocidad, cuando los patadas no son suficientes, también uso golpes y puñetazos, me piso sobre él, me trampo y, por supuesto, también quito mis zapatillas: me gusta sentir el contacto de sus huevos tibios y rojizos con la punta de mi pie descalzo. Squishy realmente tiene gran resistencia y esto también me permite probar nuevas formas de golpearlo, como el golpe de cinco dedos, lo que me dio una satisfacción particular, y luego, claro está, el último golpe con un conteo que lo llevó a caer al suelo y a pedir clemencia.