Este esclavo habla demasiado a mi gusto. El elogia mi belleza, pero sobresale con chismes. A medida que habla sus primeras palabras, lo golpeo en el pene. Luego me siento encima de él y ordeno que quite mis zapatos y diga Hola a mis pies, porque éstos lo castigarán junto con mi látigo. Me pongo encima, lo aplasto y lo azoto al mismo tiempo. Me enfocaré mucho en el pene, le diré que esta cosa no sirve para él excepto para entretenerme golpeándolo. Cuando comienza a protegerse de mis golpes, detengo. “Esto no ha terminado, esclavo” y me va sin incluso darle un beso (mi saliva) …