Dejamoslo atado toda la noche en cadena y corbata. Cuando lo vemos venir, pide clemencia, pero aún no sabe que esto solo es el principio. Ahora mi amiga Samantha y yo nos encargamos de callarlo de manera que más nos gusta: colocando nuestros pies descalzos en su boca. Dejamos que tome nuestras zapatillas y empezamos cruelmente, humillándolo y insultándolo mientras nuestros pies van profundamente por su garganta. También le hacemos sentarse para que podamos penetrar más y más hasta que no puede resistir más y hasta vomita: qué vergüenza!