Yo y mi amiga rubia, Gabriella, embellecimos a este esclavo con un joyas especiales: un anillo o-gag que le obliga a mantener la boca abierta y dos pinzas para tetas conectadas a él mediante una cadena. Él había expresado el deseo de adorarnos los pies, y nosotros decidimos complacerlo, pero no sabía que hacíamos la acción tan difícil… ¡Qué diversión tener que humillarlo, ver que extiende su lengua con dificultad para lamerlos! Ver que trabaja duro para deslizarse entre sus dedos mientras que las pequenas tetas le lastiman más y más. También comienza a salivar como un perro, lo hace en mi pierna y se frota su pelaje contra ella para secarla. La humillación se fortalece… Hacemos que se posture y ahora aplicamos las pinzas a sus pepitas. Escupimos en su boca. La adoración de los pies continúa hasta que nos cansamos de sus rugidos animalísticos y nos retiramos, dejándolo allí para actuar como un taburete…