Hoy tenemos tres personas deseosas de jugar con este esclavo, yo, Gea y Cleo, con nuestras tacones agudos contra este verdugo inútil. Hemos preparadolo desnudo en el suelo, con su pene saliendo de la abertura en la mesa y bien atado con una cinta morada para que siempre esté a nuestras disposición. Acercamos lentamente con nuestros tacones de talón que marcan los segundos casi como un contador que separa al esclavo de la destrucción de sus testículos. Sobre la mesa de café, inmediatamente empezamos a aplastar este pequeño pene sin esparrarle sus testículos, claro. Cada golpe de nuestros zapatos y talones pincha y apuñala su carne: el esclavo quejarse y por lo tanto nos callamos con un zapato sobre su boca. Quiero probar aplastarlo incluso con mis pies descalzas y así lo hago: quito mis zapatos seguidos de mis amigas también: adoro la sensación de que sus testículos se rompan bajo mis pies mientras los aplasto como si fueran de goma. Terminamos con tres pies juntos en su pene hasta que no puede aguantarlo más y nos abandonamos a sus sufrimientos.