Dos Sadomasoicas Madrinas y sus agudas tacones rojos, tan rojos como las huellas que dejarán en el cuerpo de este debil puertasabieras. Su camiseta también es roja, pero debemos quitarlo, queremos hundir nuestros tacones en la carne suya sin obstáculos. Nos montamos encima y hundimos las tacones, mientras el muele sus dientes en vano, nos reímos mientras él roga por misericordia. Cuando ya no puede más, nos desmontamos y admiramos las huecos y las marcas que hemos dejado en su carne.