Han sido muchas horas duras y molestas en el trabajo, estoy en un mal humor y necesito desahogarme. En casa, afortunadamente, el esclavo agachado y atado me espera, en el que puedo desbordar toda mi ira. Comienzo a golpearlo sin cesar, a mano derecha y a mano izquierda se turnan en su cara que se vuelve más y más roja. Contamos juntos las últimas diez palmos y serán golpes muy fuertes, pero al final podrá besar mis manos como recompensa, mientras mañana volveré a la oficina mucho más tranquila.