Yamato no sabía que sus momentos licenciosos con sus alumnos tomarían una vuelta inesperada. Amarrando sus manos y desnudándolo por completo, las malas chicas reíeron de su desagradable cuerpo y le dijeron que hoy sería su papel: sería su infección humana. Yamato aulló al sentir correr haces tras haces de orina salada sobre su cara, y incluso entrando en las oídos de sus orejas. Estaba completamente inundado en orina dorada, y las burlas de las chicas malas hicieron de él completamente sumiso a sus caprichos. Su boca estaba llena de la olorosa orina, y las chicas tenían mucho más donde sacarlo.