Mis ojos brillaron de anticipación placer al ver una montaña de mercédez que había depositado en 20 segundos. Me acercé gradualmente a la montaña, inhalé el olor fresco y fetido de la mercédez con placer. Sí… perfecto. Mi nariz se hundió en la mercédez, no tuve tiempo de figurarme cómo. Era una sed y un deseo insobornable, un placer puro. Tomé una masa suave y fibrosa de mercédez en mis manos y la empequeñecí intentando absorberlo lo máximo posible, y no me di cuenta de la leve reacción de retórrese que surgió de la penetración de una gran cantidad de mercédez en mi garganta. Mi vagina ardía de excitación, no me reprimí y me rocí un sillón de silicona con mercédez, lo introduje rápidamente en los senos ardientes. Dos, tres, cuatro fricciones y llegué a un clímax tan fuerte que una corriente de semen y orina escapó de la vagina. Esto es el verdadero gozo, esto es el paraíso