Gentaro estaba nervioso, pero se aseguró de que la Señora no lo viera. Estaba por ser castigado de nuevo, sin duda. La Señora se sentó en el inodoro y se puso a palpar su vientre antes de ordenar a Gentaro que abriera la boca lo más ancha posible. Ella no quería perder un grano de su merda, que había estado guardando desde la mañana. Gentaro estaba hipnotizado por la forma de su anus, y cómo se abría ligeramente cuando se fartaba en su cara. Los suaves ráfagas de aire tenían un olor a merda fresca, y sabía que la merda ya estaba allí, listo para ser descargada. Ella empezó a empujar desde dentro y el punteado, ya duro y redondo, intentó forkar antes de asentarse en la forma redonda que perfectamente cabía en la boca de Gentaro. Gentaro tuvo que mantener la boca abierta lo más ancha posible, sin posibilidad de resistir, y ni un grano de la olorosa turba escapó de su boca.