Hoy duro a mi esclavo de inodoro. Mi soplón de cuero entró en su anus por completo, arqueó y gemió. La cabalgé como a un caballo, aumenté el ritmo, azotélo con un látigo, le esquince las manos en el anus, desmonté en pleno. Fucé su anus para poder fácilmente introducir cuatro dedos. Finalmente, colocé una velas en su anus la encendí y ordené que mantuviera. Intentó, pero todavía salió, y como castigo, sintió el cera caliente en su anus, coco y testículos.