Un esclavo queda encerrado mientras su amigo queda atado a la cruz mirando la pared. Tres cruelas Señoras como nosotras nos preparamos para jugar con estas seres insignificantes y mientras una de ellas sufre, la otra tendrá que ver y imaginar lo que le sucederá pronto. Un látigo cada una y en turno empezamos a golpear su espalda, que se calienta igual que nosotras y nuestra sadismo y sentido de poder, de dominación absoluta. Hasta el punto de que empezamos a jugar con él, le pedimos adivinar quién lo golpea: pero sea que adivine bien o mal, el resultado siempre es el mismo, golpes más duros y más repetidos en su espalda mientras su amigo en la jaula mira.