Mi infeocado ya está dispuesto en el suelo, tal y como lo espero todos los días, para que yo lo utilice. He colocado anillos alrededor de su coco, para que quede excitado durante más tiempo, y para que yo lo demuestre, que este coco pertenece a mí. Lo atorozco y procedo a patrarlo y acosarlo. Lo he entrenado tan bien, que se excita solo de mi olor y sabor. Siento asiento en el infeocado, mientras ordeno que se aventone y lame. Se lubrica mi ano para que pueda salir más fácilmente, y puede saborear, el desayuno que estoy por servir, de la fuente. Y finalmente, llega el momento en que se vive: Puedo defecar en su boca, y puede consumir mis preciosos residuos. Después de eso, procedo a castigarlo. Solo permito erecciones, eyaculaciones y placer cuando mi heces en su boca. Lo hago brotar mientras explico lo que es para él:
un infeocado, una criatura subhumana y el más leal esclavo. Tiene dificultades para eyacular, debido a los anillos, pero en este momento ya he perdido el interés en extraerle el jugo. Mantener a esclavos en negación es una buena forma de que obsesionen de mí.