Esa tarde de otoño estuve muy triste, porque faltaban mucho mis Señoras. Las reuniones no han sido tan frecuentes últimas días, porque Doña Victoria se prendió de una gripe y se enfermó, y Cristina tuvo una serie de asuntos personales. Era un gran gozo recibir una llamada de Cristina: Ven. Quiero defecar. Te daré una deliciosa comida. Durante esta reunión, sentí como si estuviese en un bar o restaurante.
La Señora se encontraba en la mesa, y yo la vi desnuda a medio metro de distancia, su delicada piel, senos y cintura. Cristina me permitió masajear sus pies, lo hice con gran placer. Finalmente, decidió alimentarme y me volvió para que pudiese ver su anus, para que pudiese ver la salida de mi futura comida. La anus femenina en el momento de defecar tiene el aspecto de una flor en expansión, y es realmente una hermosa visión. La anus de Cristina se abrió, y respire el fuerte olor de sus heces a través del hocico. Casi siempre, las heces de Cristina son como la pulpa, y casi siempre son muy difíciles de comer, porque son amargas. A veces hay un ataque de náuseas, que tiene que superar. Pero no hay nada que preocuparse. Después de todo, cuando como heces de una hermosa mujer, aprendo acerca de su cosa más íntima, de lo que nunca sabrán otros hombres. Y estoy muy feliz de ser su esclavo del baño.