Akio, el inodoro humano, observó a las otras amas pasarle por encima. Hacía días que existía solo para recibir las depósitos cálidos, salados y amargos de las amas. Su boca se abrió automáticamente cuando una de ellas se posó delante de él. El olor a sal de su vagina era desagradable, y estaba seguro de que ella lo hacía para que se agradeciera aún más. Un chorro de orina amarilla comenzó a salir de la amiga, mojando el rostro del inodoro. La orina era calida como el pan, y casi sabía sal en su lengua. Akio mantuvo los ojos cerrados mientras abrió sus labios. Debía ser inmóvil, como un auténtico inodoro no hizo un ruido. Sintió el punteado cálido y negruzco de una turba tocar sus labios, y comenzó a depositarse en salsichas sobre su boca. Inmediatamente comenzó a masticar y a tirar de las salsichas de turba. El olor a la heces de la amiga tenía el olor a peces podridos mezclado con arroz podrido. Después de ingerir la heces, Akio abrió su boca y sus ojos, pidiendo más. Su lengua salió a limpiar el culo de la amiga, y ella cerró los ojos en pleno gozo.