Este pequeño perdedor necesita arrodillarse frente a nosotros y recibe fuertes patadas en su feo rostro con nuestras tacones altos. Está gemido de dolor y obtiene algunas duras facetadas como respuesta. ¿Qué pensaba este tonto? Que nos mostraremos compasión con él? Nunca! Nos reímos mucho de este ridículo cerdo! La volvemos a girar y rasgan su espalda con nuestros tacones con picos. No olvidará de nosotros por un largo tiempo.