Hoy fue un día de indulgencia gastronómica sin igual. Desde que me desperté, el olor a comidas deliciosas llenó el aire, estableciendo el sello de un día de pleno disfrute culinario sin reparos.
Mi día comenzó con un desayuno copioso, con una pila de panqueques rellenos de miel de caña, tocino crujiente y una porción de huevos revueltos. Y no pude resistirme a la tentación de un rolo de canela fresco que me llamaba a comer.
Como el día avanzaba, mi apetito parecía insaciable. La cena consistió en una amplia variedad de platos, desde pasta cremosa hasta pollo asado succulento. La tentación no terminó allí, ya que succumbí a la tentación de un delicioso pastel de chocolate.
La cena no fue una excepción a la extravagancia culinaria del día. Un banquete de sabores se desplegó ante mí, con un plato rico y sabroso de estofado, papas puré y una mezcla de verduras asadas. El pie de resistence fue un pastel de queso suave que me resultó irresistible.
Por el final del día, mi estómago protestó la excesiva cantidad de comida con una notable protuberancia. El sentimiento de llenura persistió, haciendo que cada movimiento me recordara mi aventura gastronómica. Recliné en el sofa, sintiendo el peso de mi indulgencia, y llamé a mi esclavo para que viniera lo más pronto posible.
Ahora es su turno DE COMER, pero no desde la mesa sino debajo de MI BOTON. Debajo de MI Baño de Vidrio!