Ichizo se equivocó al acosar a un grupo de estudiantes en la escuela. Ahora no reía tan duro mientras era conducido con una cadena al cuello. Las maestras reían duramente ahora mientras los empujaban, y lo introdujeron en una honda honda que habían preparado previamente. Ahora estaban dispuestas a divertirse mucho con su cara. Bajando sus pantalones, Ichizo solo podía distinguir vaguamente las formas de sus caderas, pero sí sentía las cálidas y saladas rocadas en su cara y en su boca mientras luchaba por respirar, mientras una cascada de oro claro le derramaba encima desde arriba.