El esclavo principiante volvió a gozar de la honra de ser entrenado por mí. Primero se le permitió lamer mis pies y el suelo y actuar como perros de pulgas. Después de beber mi orina, tuvo que mentir debajo de mi silla de baño. Luego, les puse mi heces que no salieron bien a su boca de esclavo con gusto.