Atada y desnuda, en posición de perro: es así que mi esclavo me espera hoy, listo para ser llenado de golpes en el trasero. Lo malo es que no puede ver la nueva corbata que uso, pero no merece tal visión, solo golpes en los muslos para él, primero con mis manos desnudas y luego con latas y paddles tanto en cuero como en madera. Sus gluteos se están enrojeciendo y no me deja descansar, salvo para hundir mis uñas en su carne inflamada. Las últimas diez palizas deben ser contadas para que pueda gozar de mi clemencia.