Despues de varias horas de encierro en una jaula incómoda, dejo salir a mi esclavo. Pensaba estar libre, equivocado! Estoy en el humor de maltratarlo como mi caballo humano. Lo sella salvaje, al principio y al final, y en el medio disfruto de una entretenida actuación de doma clásica bajo mi látigo. La recompensa para mi cansado caballo: mi preciosa saliva, que él desea como el néctar de mi diosa.