Sentada en mi trono, llamo al esclavo. Su tarea hoy será oler mis axilas sudorosas y limarlas con su lengua. Mientras lo hace, exhibo mis bíceps como una señal de superioridad y fuerza. Siento la lengua del esclavo y me parece la de un perrito. Al final de la tarea me doy un chorro en su boca y ahora tiene otro sabor mío dentro de él…