Dejé salir a mi caballo de su jaula para su entrenamiento diario, pero hoy tenemos dos entrenando a este caballo. Armadas con látigos de cabalgadura, Maya y yo estamos listas para que trabaje duro. Monté primero y comencé a hacerle andar por el cuarto mientras lo azotaba en el trasero: Maya siguió a nuestros pasos, lo urgió y lo azotaba a su turno con su látigo. Después de algunas vueltas, comienza a sentirse cansado, me desmonte, le deje besar mis botas y me doy paso a Maya, que no puede esperar montarlo. Empieza de nuevo, más vueltas por el cuarto con Maya en el sillón, mientras ambas azotamos a caballo para que vaya más rápido. Ahora se siente la cansancio, nos dejemos caer, le permitimos besar y adorar las solas de nuestros zapatos en la ilusión de que el entrenamiento ha terminado, pero el mejor aún está por venir… Las últimas vueltas se harán con ambas de nosotras a su espalda, un esfuerzo increíble que al final lo deja exhausto en el suelo.